José se dirige a su padre, Jacob, en un momento significativo al bendecir a sus hijos, Manasés y Efraín. En tiempos antiguos, la mano derecha simbolizaba un mayor honor y bendición, típicamente reservada para el primogénito. José se preocupa porque Jacob está cruzando sus manos y colocando su mano derecha sobre Efraín, el hijo menor, en lugar de Manasés, el primogénito. Este acto parece contradecir la norma cultural, donde el primogénito recibiría la bendición principal.
Sin embargo, las acciones de Jacob son intencionales y guiadas por una visión divina, reflejando un tema recurrente en la Biblia donde las elecciones de Dios a menudo desafían las expectativas humanas. Esta historia ilustra que los planes y propósitos de Dios no están sujetos a las tradiciones humanas o normas sociales. Sirve como un recordatorio de que las bendiciones y el favor de Dios pueden trascender nuestra comprensión y expectativas, enfatizando la importancia de confiar en Su sabiduría y soberanía.