En un momento de gran significado, José presenta a sus hijos, Efraín y Manasés, ante su padre Jacob, también conocido como Israel. Este acto no es simplemente una reunión familiar, sino un evento ceremonial donde se confieren bendiciones. En la cultura hebrea antigua, la mano derecha se asocia tradicionalmente con el poder, la autoridad y la bendición principal, que a menudo se otorga al hijo primogénito. José, consciente de esta costumbre, coloca a Manasés, su primogénito, hacia la mano derecha de Jacob, anticipando que recibiría la mayor bendición. Sin embargo, esta disposición anticipa una intervención divina donde los planes de Dios trascienden las tradiciones y expectativas humanas.
La escena subraya la importancia de las bendiciones en la narrativa bíblica, ya que se consideran conductos de las promesas y el favor de Dios. También refleja el tema de la soberanía de Dios, donde Sus elecciones a veces desafían la lógica humana y las normas sociales. Este momento es un recordatorio de que los caminos de Dios son más altos que los nuestros, y Sus planes a menudo se desarrollan de maneras inesperadas, invitándonos a confiar en Su sabiduría y tiempo.