Jacob se dirige a José sobre sus hijos, Efraín y Manasés, en este pasaje. Al adoptarlos como propios, Jacob asegura que recibirán una herencia equivalente a la de sus hijos directos. Esta adopción es significativa porque eleva a Efraín y Manasés al estatus de líderes tribales dentro de Israel, cada uno recibiendo una parte de la tierra prometida. Cualquier hijo adicional que José pueda tener será considerado parte de las tribus de Efraín y Manasés, en lugar de formar nuevas tribus. Esto refleja la importancia de mantener la línea familiar y la distribución de la herencia entre las tribus de Israel. El acto de adopción aquí no solo se trata de herencia material, sino también de bendiciones espirituales y la continuación del pacto de Dios con Abraham, Isaac y Jacob. A través de esto, Jacob asegura que la línea de José esté firmemente integrada en la narrativa más amplia de la historia de Israel, reforzando los temas de familia, legado y promesa divina que recorren toda la Biblia.
Este versículo también ilustra cómo las promesas y bendiciones de Dios se transmiten a través de las generaciones, enfatizando la importancia de la fidelidad y la obediencia a la voluntad de Dios. Sirve como un recordatorio de la naturaleza perdurable del pacto de Dios y el papel de la familia en el cumplimiento de los propósitos divinos.