En este momento conmovedor, Jacob, quien se encuentra al final de su vida, ofrece una bendición a su hijo José. Invoca al Dios de sus antepasados, Abraham e Isaac, reconociendo la continuidad de la fe que se ha transmitido a través de las generaciones. Al referirse a Dios como su pastor, Jacob utiliza una poderosa metáfora que transmite cuidado, guía y protección. Esta imagen de Dios como pastor es significativa, ya que retrata una relación personal y nutritiva con Dios, quien ha guiado a Jacob a través de las complejidades y desafíos de su vida.
La bendición de Jacob no es solo un deseo de prosperidad, sino una profunda invocación de la presencia y guía divina. Reconoce que el mismo Dios que condujo fielmente a sus antepasados ha estado con él a lo largo de su camino. Esta bendición sirve como un recordatorio de la fidelidad duradera de Dios y la importancia de mantener una relación con Él. Las palabras de Jacob son un legado de fe y confianza, animando a las futuras generaciones a depender de la presencia pastoral de Dios en sus vidas.