En este versículo, el autor de Hebreos señala un aspecto significativo del sacerdocio de Jesús. Tradicionalmente, los sacerdotes en Israel provenían de la tribu de Levi, específicamente de la línea de Aarón. Sin embargo, Jesús, reconocido como el sumo sacerdote definitivo, era de la tribu de Judá. Esto es notable porque nadie de Judá había servido como sacerdote bajo el antiguo pacto. Este aspecto único del sacerdocio de Jesús subraya su origen y legitimidad divina, no basados en la tradición humana, sino en la elección soberana de Dios.
La mención de que Jesús pertenece a una tribu diferente resalta la novedad y superioridad de su sacerdocio. Significa una ruptura con el antiguo pacto y el establecimiento de un nuevo pacto, donde Jesús actúa como el mediador eterno entre Dios y la humanidad. Este nuevo pacto ofrece a los creyentes acceso directo a Dios, perdón de pecados y una relación personal con el Creador. El sacerdocio de Jesús se caracteriza por la gracia, la misericordia y la redención eterna, ofreciendo esperanza y seguridad a todos los que creen.