En este encuentro, Moisés tiene una conversación profunda con Dios, quien se le aparece en forma de una zarza ardiente. Moisés tiene la tarea de liderar a los israelitas fuera de Egipto, pero le preocupa cómo lo recibirán. Anticipa que los israelitas querrán saber el nombre del Dios que lo ha enviado, lo cual es una pregunta razonable dado el contexto de muchos dioses adorados en Egipto en ese momento. Esta pregunta no se trata solo de un nombre; es sobre entender el carácter y la autoridad de quien envía a Moisés.
La consulta de Moisés demuestra su conciencia sobre la importancia de la identidad de Dios y su propio papel como mensajero. Muestra su humildad y su compromiso de representar fielmente a Dios ante el pueblo. Este momento es crucial porque lleva a Dios a revelar Su nombre como "YO SOY EL QUE SOY", lo que significa Su naturaleza eterna y autoexistente. Esta revelación es fundamental para que los israelitas comprendan a Dios como el único Dios verdadero, que es tanto personal como poderoso, capaz de liberarlos de la esclavitud.