En este versículo, Jesús se dirige a sus discípulos, preparándolos para el tiempo en que ya no estará físicamente con ellos. Habla de conferirles un reino, reflejando la manera en que Dios Padre le ha conferido un reino a él. Este es un momento profundo de empoderamiento, donde Jesús no solo reconoce el papel de los discípulos en el desarrollo del plan de Dios, sino que también les confiere una responsabilidad espiritual significativa.
El concepto de un reino aquí no se refiere al poder terrenal o al dominio político, sino más bien al reinado espiritual de Dios que Jesús vino a establecer. Al conferir este reino, Jesús invita a sus seguidores a participar activamente en la difusión del mensaje de amor, paz y salvación. Es un llamado a liderar en el sentido espiritual, donde los discípulos deben llevar adelante las enseñanzas y la misión de Jesús.
Este pasaje asegura a los creyentes su lugar en el plan de Dios y la confianza que Jesús deposita en ellos. Es un recordatorio de la continuidad de la obra de Dios a través de Jesús y sus seguidores, animando a los cristianos a abrazar su papel con fe, valentía y dedicación.