Los líderes religiosos de la época, al ser preguntados por el rey Herodes sobre el lugar de nacimiento del Mesías, se refirieron a la profecía en el libro de Miqueas, que afirmaba que el Mesías nacería en Belén. Esta pequeña ciudad de Judea es significativa porque fue el lugar de nacimiento del rey David, y la profecía indicaba que el Mesías vendría de la línea de David. El cumplimiento de esta profecía es crucial en la narrativa del Nuevo Testamento, ya que establece la legitimidad de Jesús como el Salvador prometido.
La elección de Belén como el lugar de nacimiento de Jesús subraya un tema recurrente en la Biblia: Dios a menudo elige lo humilde y lo bajo para llevar a cabo Sus propósitos. A pesar de su tamaño modesto, Belén se convierte en el punto focal del plan redentor de Dios. Esto recuerda a los creyentes que los caminos de Dios no siempre se alinean con las expectativas humanas, y Él a menudo trabaja a través de medios inesperados para cumplir Su voluntad. Este versículo anima a los cristianos a confiar en las promesas de Dios y en Su tiempo, sabiendo que Él es fiel para cumplir Su palabra.