En la construcción del templo, el velo tenía un significado simbólico muy importante. Separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo, donde se guardaba el Arca de la Alianza, representando la presencia de Dios. Los colores azul, púrpura y carmesí no fueron elegidos solo por su belleza, sino también por sus significados simbólicos: el azul a menudo representaba el cielo o la divinidad, el púrpura era un color de realeza y riqueza, y el carmesí simbolizaba el sacrificio o la expiación. El lino fino utilizado en el velo era un signo de pureza y excelencia.
Los querubines tejidos en la tela eran guardianes simbólicos de los espacios sagrados, reflejando la protección divina y la santidad del área más allá del velo. Este diseño subrayaba la idea de que acercarse a Dios requería un sentido de asombro y reverencia. La presencia del velo recordaba al pueblo la necesidad de mediación y pureza al presentarse ante Dios, un tema que resuena a lo largo de la Biblia, apuntando hacia la mediación definitiva a través de Cristo en el Nuevo Testamento.