Durante su travesía por el desierto, los israelitas estaban organizados meticulosamente por tribus, cada una con un líder y una posición designada alrededor del Tabernáculo. La tribu de Benjamín, una de las doce tribus de Israel, era liderada por Abidán, hijo de Gideoni. Este arreglo no solo se trataba de un orden físico, sino también de mantener la cohesión social y espiritual entre el pueblo. Cada tribu tenía un papel y una responsabilidad únicos, contribuyendo al funcionamiento general de la comunidad. El liderazgo de Abidán simboliza la importancia de contar con líderes responsables y capaces que puedan guiar a su pueblo a través de los desafíos. Esta estructura subraya la creencia de que Dios está involucrado en los detalles de la vida cotidiana, proporcionando guía y orden. También sirve como un recordatorio del valor de la comunidad y del esfuerzo colectivo necesario para cumplir con los propósitos divinos. La colocación de cada tribu alrededor del Tabernáculo simboliza la centralidad de la presencia de Dios en sus vidas, enfatizando que cada aspecto de la vida debe girar en torno a la devoción espiritual y la obediencia.
La organización del campamento no solo era práctica, sino que también reflejaba la relación íntima entre Dios y su pueblo, donde cada tribu, cada familia, tenía su lugar y su propósito en el plan divino.