Durante la época de Jesús, el templo en Jerusalén era el centro de la adoración y la vida religiosa judía. Los sacerdotes, descendientes de Aarón, eran responsables de mantener los rituales del templo. Debido a la gran cantidad de sacerdotes, se elegían por sorteo para realizar tareas específicas, asegurando que cada uno tuviera la oportunidad de servir. Este método de selección se consideraba una forma de que Dios eligiera a quienes le servirían, enfatizando la voluntad divina sobre la decisión humana.
Zacarías, un sacerdote de la división de Abías, fue elegido para entrar al templo y quemar incienso, una tarea que se realizaba dos veces al día. La quema de incienso era un ritual significativo, simbolizando las oraciones del pueblo que ascendían a Dios. Este momento fue especialmente especial para Zacarías, ya que era una oportunidad única en la vida para muchos sacerdotes. Mientras realizaba este deber sagrado, fue visitado por el ángel Gabriel, quien anunció el próximo nacimiento de su hijo, Juan el Bautista. Este evento marca un momento crucial en la narrativa bíblica, destacando la intervención de Dios en la historia humana y preparando el camino para la venida de Jesucristo.