La decisión de Jesús de permanecer donde estaba durante dos días más después de enterarse de la enfermedad de Lázaro es una lección profunda sobre el tiempo y propósito divinos. Aunque puede parecer contradictorio retrasarse cuando un ser querido está en necesidad, Jesús tenía un plan mayor en mente. Su demora no fue por falta de preocupación, sino intencional, permitiendo una situación que glorificaría a Dios a través de la resurrección milagrosa de Lázaro. Este acto serviría como un poderoso testimonio de la autoridad divina de Jesús y prefiguraría Su propia resurrección.
Este pasaje invita a los creyentes a reflexionar sobre la naturaleza del tiempo de Dios, que a menudo no se alinea con la urgencia o expectativas humanas. Nos anima a confiar en la sabiduría de Dios y Su plan general, incluso cuando la intervención inmediata parece necesaria. La demora enseña paciencia y fe, recordándonos que los caminos de Dios son más altos que los nuestros y que Su tiempo es siempre perfecto, trabajando hacia un bien mayor que quizás no comprendamos inicialmente.