En este momento, Jesús se dirige a Sus discípulos acerca de Lázaro, quien ha fallecido. Al referirse a la muerte de Lázaro como un sueño, Jesús utiliza una metáfora que subraya Su autoridad divina sobre la vida y la muerte. Esta elección de palabras es significativa porque sugiere que la muerte no es un final, sino un estado temporal del cual Jesús puede despertarnos. Esta metáfora brinda consuelo y esperanza, ya que implica que Jesús tiene el poder de restaurar la vida y que la muerte no tiene la última palabra.
Además, esta declaración sirve como un preludio al milagro que Jesús está a punto de realizar: resucitar a Lázaro de entre los muertos. Anticipa Su propia resurrección y la promesa de vida eterna para todos los que creen en Él. Al decir que va a "despertarlo", Jesús asegura a Sus seguidores sobre Su misión divina y la esperanza que viene con la fe en Él. Es un recordatorio profundo de que en la presencia de Jesús, incluso las situaciones más desesperadas pueden transformarse, ofreciendo un mensaje de esperanza y renovación a todos los creyentes.