En un momento de celos y resentimiento, los hermanos de José traman deshacerse de él. Inicialmente, consideran matarlo, pero Rubén, el mayor, los persuade para que le perdonen la vida. En su lugar, deciden venderlo a una caravana de ismaelitas que pasa. Esta decisión es un compromiso que refleja su conflicto interno. Reconocen a José como su hermano, su propia carne y sangre, lo que les impide cometer un asesinato. Venderlo como esclavo parece una opción menos severa, pero sigue siendo una traición.
Este acto de traición es fundamental en la narrativa bíblica. Coloca a José en un camino que eventualmente lo llevará a alcanzar el poder en Egipto, donde salvará a muchos, incluida su propia familia, de la hambruna. La historia ilustra cómo Dios puede obrar a través de las acciones humanas, incluso aquellas impulsadas por emociones negativas, para cumplir un propósito mayor. También sirve como un recordatorio de las complejidades de las relaciones familiares y el potencial para la reconciliación y la redención, ya que la historia de José finalmente conduce al perdón y la restauración con sus hermanos.