En el día de Pentecostés, los apóstoles vivieron un evento profundo y transformador. El Espíritu Santo se manifestó como lenguas de fuego, un poderoso símbolo de la presencia divina y el empoderamiento. El fuego, en términos bíblicos, a menudo significa purificación, transformación y el fervor apasionado que proviene de una conexión profunda con Dios. Esta imagen resalta el papel del Espíritu Santo en equipar y energizar a los apóstoles para su misión de difundir el Evangelio.
Las lenguas de fuego que reposan sobre cada apóstol simbolizan la naturaleza personal y comunitaria de este encuentro divino. Subraya la idea de que el Espíritu Santo no es solo para unos pocos elegidos, sino que está disponible para todos los creyentes, empoderándolos para vivir su fe con valentía. Este momento marca el nacimiento de la Iglesia, ya que los apóstoles, llenos del Espíritu, comienzan a proclamar el mensaje de Jesús a diversas audiencias. Sirve como un recordatorio del poder transformador del Espíritu Santo en la vida de cada creyente, invitando a los cristianos a abrazar su llamado con entusiasmo y dedicación.