Balac, el rey de Moab, está profundamente preocupado por los israelitas que acampan cerca de su tierra. Los ve como una amenaza significativa debido a su gran número y victorias pasadas. En su desesperación, se dirige a Balaam, un conocido adivino, para que maldiga a los israelitas. Balac cree que las palabras de Balaam tienen el poder de cambiar el curso de los acontecimientos, ya que tiene una reputación de bendiciones y maldiciones efectivas.
Esta solicitud subraya la antigua creencia en el poder de las palabras habladas y su capacidad para afectar la realidad. En muchas culturas, las bendiciones y maldiciones eran consideradas herramientas potentes que podían alterar el destino de individuos o naciones enteras. La petición de Balac también revela su miedo e inseguridad, ya que busca medios sobrenaturales para proteger su reino.
El versículo establece el escenario para una narrativa más amplia sobre la protección e intervención divina. A pesar de las intenciones de Balac, la historia demuestra que la voluntad de Dios no puede ser frustrada por los esquemas humanos. Sirve como un recordatorio de las limitaciones del poder humano y la soberanía de Dios sobre toda la creación.