Balak, el rey de Moab, se siente amenazado por la presencia de los israelitas, quienes han acampado cerca de su territorio. Temiendo su número y el posible peligro que representan, decide contratar a Balaam, un profeta conocido, para que los maldiga y así debilitarlos. Balak lleva a Balaam a un lugar alto llamado Bamoth Baal, un sitio asociado con la adoración pagana, donde espera que desde esa posición elevada, Balaam pueda ver el campamento israelita y lanzar una maldición sobre ellos.
Sin embargo, la historia que sigue revela un poderoso mensaje sobre la soberanía de Dios. A pesar de las intenciones de Balak y de la estrategia de llevar a Balaam a un lugar elevado, este no puede maldecir a los israelitas. En cambio, termina bendiciéndolos, ya que Dios interviene y controla las palabras que Balaam pronuncia. Este relato subraya la idea de que, sin importar cuánto planeen o tramen los seres humanos, los propósitos de Dios prevalecerán. Nos recuerda la futilidad de intentar oponerse a la voluntad divina y la certeza de que la protección y bendición de Dios están sobre su pueblo.