En este pasaje, Jesús responde a una pregunta sobre la legalidad del divorcio según la ley mosaica. Reconoce que Moisés permitió el divorcio debido a la dureza de corazón de las personas, lo que indica una concesión a la debilidad humana en lugar de un respaldo al divorcio como una opción deseable. Jesús enfatiza que desde el principio, el diseño de Dios para el matrimonio era una unión permanente y sagrada entre los cónyuges. Esta enseñanza subraya la importancia del matrimonio como una relación de pacto destinada a reflejar la fidelidad y el amor de Dios.
Al referirse al principio, Jesús invita a sus oyentes a considerar el propósito original y la belleza del matrimonio tal como Dios lo había concebido. Los desafía a elevarse por encima de las normas culturales y las concesiones legales de su tiempo, alentando un regreso a los principios fundamentales de amor, compromiso y unidad. Este mensaje llama a los creyentes a abordar el matrimonio con una mentalidad de reconciliación y perseverancia, buscando encarnar el amor y la gracia que Dios extiende a la humanidad. Sirve como un recordatorio del alto valor que se le otorga al matrimonio y del esfuerzo necesario para nutrirlo y sostenerlo.