En este momento, Jesús comparte una verdad profunda con sus discípulos, preparándolos para los difíciles eventos que se avecinan. Se refiere a sí mismo como el "Hijo del Hombre", un término que resalta su papel tanto como ser humano como figura divina con una misión. Al predecir su traición, muerte y resurrección, Jesús no solo revela el camino que debe seguir, sino que también ofrece una visión del plan divino para la redención de la humanidad. Esta predicción sirve para fortalecer la fe de los discípulos, ya que muestra que Jesús es consciente y está en control de los acontecimientos que se desarrollarán. Su conocimiento anticipado de la resurrección es una promesa de esperanza, asegurándoles que la muerte no es el final, sino una transición a una nueva vida. Esta enseñanza subraya el tema del sacrificio y la redención, central en la fe cristiana, e invita a los creyentes a confiar en el plan de Dios incluso frente al sufrimiento y la incertidumbre.
La resurrección, mencionada aquí, es una piedra angular de la creencia cristiana, simbolizando la victoria sobre el pecado y la muerte. Asegura a los seguidores que, a través del sacrificio de Jesús, ellos también pueden experimentar una nueva vida. Este pasaje anima a los creyentes a mantenerse firmes en su fe, confiando en que los propósitos de Dios son, en última instancia, para el bien, incluso cuando el camino parece difícil o incierto.