La asombrosa pregunta de los discípulos sobre quién puede ser salvo surge después de que Jesús enseña sobre la dificultad que enfrenta una persona rica para entrar en el reino de Dios. Esta enseñanza desafía la creencia común de la época, que a menudo asociaba la riqueza con el favor de Dios. Los discípulos, reflejando las normas culturales, se sienten perplejos porque asumían que la riqueza y el estatus eran signos de rectitud y bendición divina. Su pregunta, "¿Quién, pues, podrá ser salvo?", revela su lucha por entender la naturaleza radical del mensaje de Jesús, que enfatiza la dependencia de la gracia de Dios en lugar del mérito humano.
Este momento es crucial, ya que subraya un tema clave en las enseñanzas de Jesús: la imposibilidad de alcanzar la salvación solo por medios humanos. Señala la necesidad de la intervención y la gracia divina. Más tarde, Jesús les asegura que lo que es imposible para los humanos es posible para Dios, enfatizando que la salvación es un regalo divino, no algo que se gana con el esfuerzo humano. Esta enseñanza invita a los creyentes a confiar en el poder y la gracia de Dios, en lugar de en sus propias habilidades o recursos, para su salvación.