Durante la Transfiguración, Jesús se revela en gloria, y los discípulos son envueltos por una nube que simboliza la presencia de Dios. Esta imagen es consistente con el Antiguo Testamento, donde las nubes a menudo significan la gloria y la presencia de Dios, como cuando Él guió a los israelitas a través del desierto. El miedo de los discípulos es una reacción natural ante la abrumadora santidad y poder de Dios. Este momento subraya la naturaleza divina de Jesús y la realidad de la presencia de Dios entre Su pueblo.
El temor experimentado por los discípulos no es solo miedo a lo desconocido, sino una reverente admiración ante la majestad divina. Sirve como un recordatorio de que encontrarse con Dios puede ser tanto una experiencia reconfortante como humillante. Este pasaje invita a los creyentes a reflexionar sobre el misterio de la presencia de Dios y el poder transformador de los encuentros divinos. Anima a los cristianos a abrazar el asombro y la maravilla de su fe, confiando en la guía y la presencia de Dios en sus vidas, incluso cuando no se comprende completamente.