En este momento, Jesús reúne a sus doce discípulos y les otorga el poder y la autoridad para expulsar demonios y sanar a los enfermos. Este empoderamiento marca un punto crucial en su camino, ya que ahora están equipados para participar activamente en la misión de Jesús. La autoridad que se les concede no se trata solo de realizar milagros, sino de encarnar el mensaje del Reino de Dios. Al expulsar demonios y curar enfermedades, los discípulos demuestran el poder transformador del amor de Dios y la llegada del reino de Dios al mundo.
Este pasaje resalta la importancia de la fe y la acción trabajando juntas. Los discípulos no son meros seguidores pasivos; son participantes activos en la difusión de las buenas nuevas. La confianza de Jesús en ellos para llevar a cabo estas tareas muestra su fe en su capacidad para continuar su obra. También sirve como un recordatorio para los creyentes de hoy que ellos también están llamados a ser agentes de cambio, llevando sanación y esperanza a quienes les rodean. El empoderamiento de los discípulos es un testimonio del potencial del poder divino para obrar a través de personas comunes, animándonos a salir en fe y hacer una diferencia en el mundo.