En esta vívida descripción, el cabello blanco simboliza la sabiduría, la pureza y la naturaleza eterna, a menudo vinculada a lo divino. El blanco, un color asociado con la pureza y la santidad, refleja la naturaleza inmaculada y perfecta del ser divino. La comparación con la lana y la nieve enfatiza el brillo y la pureza de esta visión. Por otro lado, los ojos como llamas de fuego sugieren una mirada penetrante y omnividente, simbolizando la percepción, el juicio y la capacidad de ver la verdad más allá de las apariencias. Esta imaginería es poderosa, transmitiendo un sentido de asombro y reverencia hacia la figura, que comúnmente se entiende como Cristo en su forma glorificada. La descripción sirve como un recordatorio de los atributos divinos de sabiduría, pureza y perspicacia, animando a los creyentes a aspirar a estas cualidades en sus vidas espirituales. También les asegura la presencia divina que es tanto sabia como justa, capaz de ver y entender todas las cosas. Tal imaginería invita a la reflexión sobre la naturaleza de la sabiduría divina y el poder transformador de la percepción espiritual.
Y su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana, como nieve; y sus ojos como llama de fuego.
Apocalipsis 1:14
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