Los familiares y vecinos de Zacarías y Elizabeth se han reunido para celebrar el nacimiento de su hijo. Zacarías, quien fue hecho mudo por el ángel Gabriel debido a su incredulidad inicial, no puede comunicar verbalmente sus deseos. Como era costumbre, la familia esperaba que el niño llevara el nombre de su padre o de otro pariente, pero Elizabeth insiste en que se llame Juan. Para confirmar esta elección inusual, se dirigen a Zacarías, haciéndole señas para entender su preferencia. Este acto de hacer señas subraya el respeto de la comunidad hacia el papel y la autoridad de Zacarías como padre, a pesar de su incapacidad para hablar.
Esta escena es significativa porque prepara el camino para la restauración milagrosa del habla de Zacarías, que ocurre inmediatamente después de que él confirma el nombre Juan. El nombre en sí, que significa "Dios es gracioso", es un testimonio de la misericordia de Dios y el cumplimiento de Sus promesas. Este momento es una parte clave de la narrativa, enfatizando temas de fe, obediencia e intervención divina. También anticipa la importante misión de Juan el Bautista, quien prepararía el camino para Jesús, resaltando la interconexión del plan de Dios.