La vida de Judith, que se extendió hasta los ciento cinco años, es un testimonio de su legado perdurable y las bendiciones que recibió. Su muerte en Betulia, donde se convirtió en heroína, marca el final de una vida llena de valentía y fe. El entierro de Judith en la cueva de su esposo Manasés subraya la importancia de los lazos familiares y el respeto por la tradición en su cultura. Los siete días de luto por parte de la casa de Israel reflejan la profunda tristeza y respeto que su pueblo sentía, reconociendo sus significativas contribuciones a su supervivencia y prosperidad.
La historia de Judith es una de valentía y fe, ya que desempeñó un papel fundamental en la liberación de su pueblo de la opresión. Su vida sirve de inspiración para aquellos que buscan hacer una diferencia a través de la fe y la acción. Su legado no solo radica en sus acciones, sino también en la forma en que vivió su vida, con integridad y devoción a Dios. El luto colectivo resalta la memoria y gratitud compartida de su pueblo, asegurando que su historia sea recordada y celebrada por generaciones.