En este versículo, el autor enfatiza la credibilidad y autenticidad de la narrativa evangélica al señalar que los relatos fueron transmitidos por aquellos que fueron testigos oculares y servidores dedicados de la palabra. Esto significa que las historias y enseñanzas sobre Jesús no son meros rumores o leyendas, sino que se basan en las experiencias directas de quienes vivieron con Él y presenciaron Sus obras y enseñanzas. Esta base de testimonio ocular es fundamental para la fe, ya que conecta a los creyentes con los eventos históricos de la vida y el ministerio de Jesús, asegurando que las enseñanzas se conserven con precisión.
El término 'servidores de la palabra' sugiere un compromiso profundo con el mensaje de Jesús, indicando que estas personas no eran solo observadores pasivos, sino participantes activos en la difusión de Sus enseñanzas. Esta dedicación añade otra capa de fiabilidad a los relatos, ya que muestra que quienes transmitieron estas historias estaban profundamente interesados en mantener su integridad. Para los cristianos, este versículo subraya la importancia del Evangelio como una fuente confiable de verdad espiritual, arraigada en las experiencias vividas de aquellos que conocieron a Jesús personalmente.