En este momento, Jesús se dirige a sus discípulos después de su resurrección, afirmando su papel como testigos de los eventos que han visto y experimentado. Han sido testigos de sus enseñanzas, de su crucifixión y ahora de su resurrección, que son fundamentales para la fe cristiana. Al llamarlos testigos, Jesús les confiere la misión de compartir estas verdades con los demás, formando la base de los esfuerzos evangelísticos de la Iglesia primitiva.
Este papel de ser testigos no se limita solo a los discípulos, sino que se extiende a todos los que siguen a Cristo. Los creyentes de hoy también están llamados a ser testigos, compartiendo su fe y el poder transformador de Jesús en sus vidas. Esto implica no solo un testimonio verbal, sino también vivir de una manera que refleje el amor y las enseñanzas de Cristo. El versículo sirve como un recordatorio de la responsabilidad y el privilegio de ser testigos ante el mundo, contribuyendo a la misión continua de difundir el Evangelio y hacer discípulos de todas las naciones.