La instrucción de Josué a los israelitas para que se santificaran es un recordatorio profundo de la necesidad de una preparación espiritual antes de encontrarse con las poderosas obras de Dios. Santificarse implica apartarse, dedicarse a Dios y, a menudo, incluir rituales de purificación. Sin embargo, más allá de los rituales, significa tener el corazón y la mente alineados con la voluntad de Dios, listos para recibir Sus bendiciones y guía.
La promesa de que Dios hará maravillas entre ellos subraya Su poder y fidelidad. Esto sirve como un aliento para que el pueblo confíe en los planes de Dios y esté expectante ante Sus intervenciones milagrosas. Este momento en la historia de Israel fue crucial, ya que estaban a punto de cruzar el río Jordán hacia la Tierra Prometida. La llamada a santificarse no solo se trataba de estar físicamente listos, sino de estar espiritualmente sintonizados para ser testigos y participar en el plan que Dios estaba desplegando.
Para los creyentes de hoy, este pasaje es un recordatorio de que la preparación espiritual es crucial para experimentar la obra de Dios en nuestras vidas. Nos anima a preparar nuestros corazones, a vivir con expectativa y a confiar en la capacidad de Dios para hacer lo extraordinario.