Moisés, como líder de los israelitas, tenía la responsabilidad de dividir la Tierra Prometida entre las doce tribus de Israel. La tribu de Gad recibió su herencia de acuerdo con sus clanes, lo que significa que la tierra se distribuyó en función de los grupos familiares dentro de la tribu. Este método de asignación garantizó que cada clan tuviera una parte justa de tierra, teniendo en cuenta su tamaño y necesidades. Esta división fue parte del cumplimiento de la promesa de Dios a los patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob, de que sus descendientes heredarían una tierra que fluye leche y miel.
La asignación de tierras no solo fue una necesidad práctica, sino también un cumplimiento espiritual del pacto de Dios. Subrayó la importancia de la familia y la comunidad en la vida de los israelitas, ya que cada tribu y clan tenía un área designada donde podían establecer sus hogares, cultivar sus campos y adorar a Dios. Este proceso también reforzó la unidad y la identidad de los israelitas como el pueblo elegido de Dios, cada uno con un papel y un lugar únicos dentro de la comunidad más grande.