En este pasaje, se continúa la narrativa sobre las tierras conquistadas por los israelitas. El reino de Og, que estaba en Basán, representa una de las últimas grandes oposiciones que los israelitas enfrentaron en su camino hacia la Tierra Prometida. Og era conocido por su tamaño y fuerza, y su cama de hierro es un símbolo de su poder. Sin embargo, a pesar de esta formidable oposición, los israelitas, guiados por Dios, lograron derrotarlo, lo que marcó un paso importante hacia el cumplimiento de la promesa divina hecha a Abraham sobre la tierra para sus descendientes.
La mención de Basán y su geografía proporciona un contexto histórico, enfatizando la realidad de estos eventos. Este pasaje no solo destaca la victoria militar, sino también la fidelidad de Dios en cumplir sus promesas. A través de estas conquistas, se demuestra que Dios está con su pueblo, guiándolos y fortaleciendo su fe. Este relato invita a los creyentes a confiar en las promesas de Dios y en su tiempo, recordando que Él es fiel para cumplir lo que ha prometido, a menudo de maneras que superan nuestra comprensión humana.