Cuando el soldado perforó el costado de Jesús, no fue solo un acto físico, sino un momento lleno de significado simbólico. El flujo de sangre y agua ha sido interpretado por muchos teólogos como la representación de los sacramentos de la Iglesia: la sangre simbolizando la Eucaristía y el agua simbolizando el Bautismo. Estos sacramentos son fundamentales en la vida cristiana, ofreciendo a los creyentes un medio de gracia y una conexión con el sacrificio de Jesús. Este evento también cumple profecías del Antiguo Testamento, como las que se encuentran en Zacarías, que hablan de que el Mesías sería traspasado. Además, enfatiza la realidad del sufrimiento humano de Jesús y Su muerte, que eran necesarias para la redención de la humanidad. La perforación y el flujo resultante sirven como un poderoso recordatorio de la profundidad del amor de Jesús y la plenitud de Su sacrificio, invitando a los creyentes a reflexionar sobre el profundo misterio de la salvación y el nuevo pacto establecido a través de Su muerte y resurrección.
Este momento es un llamado a los creyentes para que aprecien el profundo amor y sacrificio de Jesús, animándolos a vivir de una manera que honre Su regalo de salvación. También sirve como un recordatorio de la esperanza y la nueva vida ofrecidas a través de la muerte y resurrección de Jesús, un pilar de la fe cristiana.