Al llegar a Betania, Jesús se entera de que Lázaro ha estado en el sepulcro durante cuatro días. Este periodo es significativo porque, según la creencia judía, se pensaba que el alma permanecía cerca del cuerpo durante tres días antes de partir. Al llegar al cuarto día, la descomposición habría comenzado, lo que hacía que cualquier esperanza de resurrección pareciera imposible. Este contexto enfatiza la naturaleza milagrosa de lo que Jesús está a punto de hacer, ya que se prepara para resucitar a Lázaro. Esto ilustra el poder de Jesús sobre la vida y la muerte, afirmando su identidad como el Hijo de Dios y ofreciendo un anticipo de la esperanza de resurrección para todos los creyentes.
El periodo de cuatro días también resalta el tema de la espera y la fe. María y Marta, las hermanas de Lázaro, habían enviado a llamar a Jesús antes, pero él retrasó su llegada. Este retraso no fue por negligencia, sino parte de un plan divino para revelar la gloria de Dios a través de un milagro aún mayor. El tiempo de Jesús, aunque diferente de las expectativas humanas, es perfecto y tiene un propósito, enseñándonos a confiar en el tiempo y la soberanía de Dios. Este evento anima a los creyentes a mantener la fe incluso cuando las situaciones parecen estar más allá de la esperanza, recordándonos el poder transformador del amor de Jesús y la promesa de vida eterna.