Durante una época de hambruna generalizada en Egipto, José, quien había alcanzado una posición de poder, gestionaba la distribución de alimentos. A medida que la hambruna persistía, los egipcios vendían sus tierras al faraón a cambio de sustento. Sin embargo, los sacerdotes estaban exentos de esta transacción. Recibían una asignación regular del faraón, lo que les proporcionaba suficiente alimento, por lo que no necesitaban vender sus tierras. Esta exención subraya el papel único y los privilegios de los sacerdotes en la sociedad egipcia. Eran considerados esenciales para el tejido espiritual y cultural de la nación, y por lo tanto, sus necesidades eran atendidas por el estado. Este arreglo aseguraba que los sacerdotes pudieran continuar con sus deberes religiosos sin la carga de la dificultad económica. El pasaje ilustra la importancia del liderazgo espiritual y la responsabilidad social de apoyar a aquellos que sirven en tales capacidades. También refleja un principio más amplio de cuidar a los líderes comunitarios que contribuyen a la guía espiritual y moral de la sociedad.
Y solamente la tierra de los sacerdotes no compró; porque los sacerdotes tenían por ley un derecho que les era dado por Faraón, y comían su derecho que les daba Faraón; por eso no vendieron su tierra.
Génesis 47:22
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