A medida que Israel, también conocido como Jacob, se acercaba al final de su vida, llamó a su hijo José para hacerle una promesa solemne. Le pidió a José que se asegurara de que no lo enterraran en Egipto, sino en la tierra de sus antepasados. Esta solicitud pone de relieve la importancia de la Tierra Prometida, que tenía tanto un significado espiritual como familiar para Israel y sus descendientes. El acto de poner la mano debajo del muslo era una forma tradicional de hacer un juramento serio en la cultura del antiguo Cercano Oriente, simbolizando confianza y compromiso.
La petición de Israel refleja una profunda conexión con su herencia y las promesas que Dios hizo a sus antepasados, Abraham e Isaac. Al pedirle a José que cumpla con este deseo, Israel demostró su fe en las promesas de Dios y la importancia de mantener un vínculo con la tierra que fue prometida a su familia. Este pasaje destaca los temas de la fidelidad, la lealtad familiar y la esperanza perdurable en el pacto de Dios. Sirve como un recordatorio de la importancia de honrar nuestras raíces y los compromisos hechos a nuestros seres queridos, incluso cuando la vida llega a su fin.