Rubén, el primogénito de Jacob y Lea, descubre mandrágoras durante la cosecha del trigo y se las lleva a su madre. En la antigüedad, las mandrágoras eran valoradas por sus supuestas propiedades afrodisíacas y de fertilidad. Raquel, la hermana de Lea y otra esposa de Jacob, le pide a Lea algunas de estas mandrágoras. Esta interacción se desarrolla en un contexto de rivalidad profunda entre las dos hermanas, quienes luchan por el afecto de Jacob y el honor de ser las madres de sus hijos.
La solicitud de Raquel por las mandrágoras subraya su desesperación por concebir, ya que hasta ese momento no había podido tener hijos. Por otro lado, Lea ya había dado a Jacob varios hijos y veía en las mandrágoras una posible forma de mantener su estatus y continuar teniendo descendencia. La narrativa revela las intensas luchas y deseos personales que impulsan las relaciones humanas, especialmente dentro de la unidad familiar. También destaca cómo las creencias y prácticas culturales, como el valor atribuido a las mandrágoras, influyen en las acciones y decisiones de las personas. La historia invita a reflexionar sobre la naturaleza de la competencia, el anhelo y la búsqueda de realización en la vida humana.