Shem, uno de los tres hijos de Noé, ocupa un lugar significativo en la genealogía bíblica. Es identificado como el hermano de Jafet y es notablemente el ancestro de los descendientes de Eber. Eber es una figura importante porque su nombre está asociado con el término 'hebreo', que más tarde se convierte en una designación para los israelitas. Esta conexión resalta la importancia de la línea de Shem en la narrativa bíblica, ya que traza la ascendencia del pueblo hebreo, que juega un papel central en el plan divino de Dios.
La mención de Sem y sus descendientes sirve como un recordatorio de la continuidad del pacto de Dios a través de las generaciones. Refleja el tema bíblico de la fidelidad de Dios a sus promesas, como se ve en la preservación y el crecimiento de su pueblo elegido. Este versículo también enfatiza la interconexión de la humanidad, ya que se remonta a una ascendencia común, recordando a los lectores el patrimonio compartido y el propósito divino que une a todas las personas. A través de la línea de Sem, la narrativa establece el escenario para la aparición de figuras bíblicas significativas y el desarrollo del plan redentor de Dios.