En el relato de la creación, Dios introduce el concepto del tiempo al distinguir entre la luz y la oscuridad, llamándolas "día" y "noche". Este acto de nombrar significa la autoridad y el poder de Dios para traer orden del caos, estableciendo un ritmo fundamental que rige el mundo natural. El ciclo del día y la noche no solo es una realidad física, sino también una metáfora del equilibrio y la interacción de elementos contrastantes en la vida. Al crear este ciclo, Dios establece un patrón de regularidad y previsibilidad, esencial para que la vida prospere.
La frase "fue la tarde y fue la mañana—el primer día" indica la culminación de un ciclo completo, marcando el paso del tiempo de manera estructurada. Esta estructura es fundamental para la comprensión bíblica del tiempo, donde cada día de la creación se construye sobre el anterior, llevando a la culminación de la obra creativa de Dios. La progresión ordenada de la tarde a la mañana también sugiere un movimiento de la oscuridad a la luz, simbolizando la esperanza, la renovación y el despliegue del plan de Dios para la creación. Este pasaje invita a reflexionar sobre el orden divino y el propósito inherente en el mundo.