En este versículo, se les da a los israelitas un punto de referencia geográfico específico mientras están al borde de entrar en la Tierra Prometida. Las montañas mencionadas se encuentran al otro lado del río Jordán, hacia el oeste, cerca de los grandes árboles de Moré, dentro del territorio de los cananeos. Esta ubicación es significativa en la narrativa bíblica, ya que representa la transición de un largo período de vagar en el desierto hacia la realización de la promesa de Dios a sus antepasados—Abraham, Isaac y Jacob—de darles una tierra propia.
La mención del río Jordán y el sol poniente proporciona una imagen vívida del final del viaje y el comienzo de un nuevo capítulo. Los grandes árboles de Moré son un hito que habría sido bien conocido por los israelitas, sirviendo como un recordatorio de la presencia y guía de Dios. La referencia a los cananeos que viven en el Arabá cerca de Gilgal subraya la realidad de los desafíos que se avecinan, ya que la tierra no estaba deshabitada. Sin embargo, también refuerza la certeza de la promesa de Dios y la necesidad de fe y obediencia mientras avanzan. Este versículo invita a reflexionar sobre la fidelidad de Dios y la importancia de confiar en Su guía a medida que viajamos por la vida.