En este pasaje, Daniel explica el significado del sueño del rey Nabucodonosor, que presentaba una estatua hecha de diferentes materiales: oro, plata, bronce, hierro y arcilla, representando los sucesivos reinos terrenales. La piedra, no cortada por manos humanas, simboliza la intervención de Dios y el establecimiento de Su reino. Esta piedra destruye la estatua, indicando que el reino de Dios triunfará sobre todo gobierno humano. La imagen de la piedra sugiere un origen y poder divinos, enfatizando que el reino de Dios no es hecho por el hombre, sino instituido divinamente y eterno.
El sueño y su interpretación sirven como un poderoso recordatorio de la soberanía de Dios y la naturaleza transitoria de los reinos humanos. Daniel asegura al rey que el sueño es verdadero y su interpretación es fiable, subrayando la certeza de los planes de Dios. Para los creyentes, este pasaje ofrece tranquilidad, ya que a pesar de la ascensión y caída de los poderes terrenales, el reino de Dios permanecerá para siempre. Fomenta la fe en la autoridad suprema de Dios y el cumplimiento de Sus promesas, proporcionando esperanza y seguridad en medio de las incertidumbres del mundo.