Esteban, uno de los primeros diáconos de la iglesia primitiva, se dirige al Sanedrín, el consejo gobernante judío, durante su juicio. Los acusa de seguir una tradición de larga data de rechazar a los profetas de Dios. A lo largo de la historia de Israel, los profetas enviados por Dios a menudo enfrentaron hostilidad y persecución, ya que desafiaban el statu quo y llamaban a las personas a la fidelidad. Esteban destaca que estos profetas, que anunciaron la venida del Mesías, fueron frecuentemente asesinados. Luego establece un paralelismo directo con Jesús, el Justo, a quien el consejo había condenado y ejecutado recientemente. Esta acusación no es solo un relato histórico, sino un llamado a la autorreflexión y al arrepentimiento. El discurso de Esteban subraya la importancia de reconocer y aceptar a los mensajeros de Dios y la verdad que traen, incluso cuando desafía nuestras creencias o acciones. Su valentía al hablar la verdad ante el poder, incluso a gran riesgo personal, sirve como un ejemplo inspirador para que los creyentes se mantengan firmes en su fe y convicciones.
Las palabras de Esteban nos invitan a considerar cómo respondemos a la verdad divina y si estamos abiertos a los mensajes transformadores que Dios envía a través de sus siervos. Este pasaje anima a los creyentes a examinar sus corazones y a permanecer receptivos a la guía de Dios, incluso cuando llega a través de canales inesperados o desafiantes.