Este versículo relata el momento histórico en que los israelitas, liderados por Josué, llevaron el tabernáculo a la Tierra Prometida. El tabernáculo era un santuario portátil que representaba la presencia de Dios entre su pueblo. Era una parte central de su adoración y vida espiritual, simbolizando el pacto y la fidelidad de Dios. Al entrar en la tierra que se les había prometido, no solo llevaban una estructura física, sino un profundo símbolo de su relación con Dios.
El versículo también refleja el papel activo de Dios en la historia de Israel, ya que Él expulsó a las naciones que estaban delante de ellos, abriendo camino para que su pueblo se estableciera. Este acto de intervención divina resalta la soberanía de Dios y su compromiso de cumplir sus promesas. El tabernáculo permaneció en la tierra hasta la época del rey David, marcando un período de transición de un estilo de vida nómada a una existencia más asentada. Esta continuidad de la presencia de Dios a través del tabernáculo aseguraba a los israelitas su apoyo y guía inquebrantables.