Los dos testigos en Apocalipsis son figuras simbólicas que representan a los fieles servidores de Dios que dan testimonio de Su verdad. Su testimonio es poderoso e inspirado divinamente, sirviendo como un faro de esperanza y verdad en un mundo a menudo resistente al mensaje de Dios. La bestia que surge del abismo representa la encarnación del mal y la oposición a la voluntad divina. Este enfrentamiento resalta la batalla espiritual entre el bien y el mal, un tema recurrente a lo largo de Apocalipsis. Aunque los testigos son finalmente superados y asesinados, su misión no es en vano. Su testimonio se erige como un testamento del poder de la fe y la certeza de la victoria final de Dios sobre el mal. Este pasaje asegura a los creyentes que, incluso ante la persecución y la aparente derrota, el propósito de Dios prevalecerá. Llama a la perseverancia y la fidelidad, animando a los cristianos a confiar en la soberanía de Dios y la promesa de redención, incluso cuando las circunstancias parecen sombrías. La narrativa subraya la creencia de que la verdad de Dios perdurará y que Su plan se cumplirá, ofreciendo esperanza y aliento a todos los que permanecen fieles.
Cuando hayan terminado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará.
Apocalipsis 11:7
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