Moisés, actuando bajo instrucción divina, dirigió a los israelitas a celebrar la Pascua, una observancia esencial en su calendario religioso. La Pascua es un evento crucial que marca la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto. Simboliza la liberación, la intervención divina y el comienzo de un viaje hacia la Tierra Prometida. Al celebrar la Pascua, los israelitas recordaron las poderosas obras de Dios y Su pacto con ellos. Esta observancia reforzó su identidad como un pueblo apartado por Dios, ligado a Sus promesas y leyes. Fue un tiempo de reflexión, gratitud y renovación de la fe, enfatizando la importancia de recordar la liberación pasada para inspirar confianza en la guía futura.
La Pascua también sirvió como un evento comunitario, fomentando la unidad y el propósito compartido entre los israelitas. Era un momento para reunirse como familias y comunidades, para contar las historias de la fidelidad de Dios y transmitir estas tradiciones a las futuras generaciones. Este acto de recuerdo no solo se trataba de mirar hacia atrás, sino también de mirar hacia adelante con esperanza y confianza en la continua presencia y provisión de Dios. Así, la celebración de la Pascua se convirtió en una piedra angular de la identidad israelita y un testimonio del amor y la fidelidad duradera de Dios.