En este versículo, Balaam, un profeta conocido por su capacidad de bendecir o maldecir, instruye a Balac, el rey de Moab, para que construya siete altares y prepare ofrendas de siete toros y siete carneros. Esta solicitud forma parte de una narrativa más amplia en la que Balac busca la ayuda de Balaam para maldecir a los israelitas, quienes son percibidos como una amenaza. El uso del número siete es significativo, ya que a menudo representa la plenitud o la perfección divina en los textos bíblicos. Al pedir siete altares y sacrificios correspondientes, Balaam enfatiza la seriedad y la exhaustividad del ritual.
La construcción de altares y la oferta de sacrificios era una práctica común en tiempos antiguos para buscar el favor o la guía de Dios. Refleja una creencia arraigada de que a través de tales ofrendas, uno podría comunicarse con lo divino y potencialmente influir en los resultados. Las acciones de Balaam destacan la importancia de acercarse a Dios con reverencia y la esperanza de que ofrendas sinceras puedan llevar a una visión o intervención divina. Este versículo establece el escenario para los eventos que se desarrollan, donde a pesar de las intenciones de Balac, Balaam finalmente entrega mensajes de bendición en lugar de maldiciones, demostrando la soberanía de Dios y la futilidad de oponerse a Su voluntad.