En este pasaje, Dios se dirige directamente a Moisés, ofreciéndole tranquilidad y una promesa de victoria sobre el enemigo. El contexto es un tiempo de guerra y conquista, donde los israelitas se enfrentan a oponentes formidables. Dios le dice a Moisés que no tenga miedo, enfatizando que ya ha entregado al enemigo en sus manos. Esta seguridad divina es crucial para Moisés y los israelitas, ya que refuerza su confianza en las promesas de Dios y su poder para cumplirlas.
La referencia a Sehón, rey de los amorreos, sirve como un recordatorio de las victorias pasadas que Dios ha concedido. Al recordar este triunfo anterior, Dios anima a Moisés y a los israelitas a recordar cómo ha sido fiel y poderoso en el pasado, y a confiar en que continuará siéndolo. Este mensaje es atemporal, recordando a los creyentes que Dios es consistente y confiable.
Para los cristianos de hoy, este pasaje sirve como un poderoso recordatorio de que Dios está con ellos en sus batallas, ya sean físicas, emocionales o espirituales. Anima a los creyentes a enfrentar los desafíos con fe y valentía, confiando en que Dios proporcionará la fuerza y la victoria necesarias, tal como lo hizo con Moisés y los israelitas.