El maná fue una provisión milagrosa de Dios para los israelitas durante su travesía de 40 años por el desierto. Descrito como semejante a la semilla de culantro y con una apariencia similar al bdellio, el maná era un alimento único que aparecía cada mañana, excepto en el día de reposo. La comparación con la semilla de culantro sugiere que el maná era pequeño y redondo, mientras que su aspecto resinoso indica un cierto brillo o claridad. Este sustento divino no solo era una provisión física, sino también un símbolo espiritual de la fidelidad y el cuidado de Dios por su pueblo. Servía como un recordatorio diario de su dependencia de Dios y de su capacidad para proveer en el desierto.
Los israelitas recogían el maná cada día, aprendiendo a confiar en la provisión y el tiempo de Dios. Esta recolección diaria también les enseñaba sobre la obediencia y la dependencia de las instrucciones divinas, ya que se les decía que no lo almacenaran para el día siguiente, excepto antes del día de reposo. La naturaleza milagrosa del maná y las lecciones que impartió son un testimonio de la presencia y el apoyo duraderos de Dios, animando a los creyentes a confiar en la provisión divina incluso en tiempos de incertidumbre.