Este versículo conecta el ministerio sanador de Jesús con la profecía de Isaías, mostrando que las acciones de Jesús eran un cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento. En Isaías, la profecía habla de un siervo que asumiría los sufrimientos y enfermedades del pueblo, señalando una esperanza futura de restauración. Al referirse a esta profecía, el Evangelio de Mateo subraya la identidad de Jesús como el Mesías que trae sanidad y redención.
Este pasaje ilustra la naturaleza compasiva de Jesús, quien no solo enseñó y predicó, sino que también se involucró activamente en aliviar el sufrimiento humano. Asegura a los creyentes que Jesús comprende el dolor humano y tiene el poder de sanar y restaurar. Esta conexión entre profecía y cumplimiento fortalece la fe de los creyentes, afirmando que la misión de Jesús fue ordenada divinamente. El versículo invita a los cristianos a confiar en la capacidad de Jesús para sanar y a ver su obra como una continuación del plan de Dios para la salvación y la plenitud.