La parábola de las diez vírgenes es una poderosa ilustración que Jesús utiliza para enseñar sobre el Reino de los Cielos y la importancia de estar preparados para su regreso. En este versículo, la respuesta del novio, "De cierto os digo, que no os conozco", se dirige a las cinco vírgenes insensatas que no estaban listas cuando llegó el novio. Esta afirmación subraya la seriedad de la preparación espiritual y la necesidad de mantener una relación genuina con Dios.
La parábola contrasta a las vírgenes sabias, que estaban preparadas con aceite extra para sus lámparas, con las insensatas, que no lo estaban. El aceite simboliza la preparación y la fidelidad, y la puerta cerrada significa la finalización del juicio. Las palabras del novio sirven como un recordatorio contundente de que la mera asociación con los fieles no es suficiente; el compromiso personal y la vigilancia son esenciales.
Esta enseñanza anima a los creyentes a vivir en un estado de preparación, alimentando su fe y su relación con Dios, para que no sean sorprendidos sin estar listos en el momento del regreso de Cristo. Es un llamado a una fe activa, instando a los cristianos a estar espiritualmente alertas y comprometidos en su caminar con Dios.