La inscripción colocada sobre Jesús durante su crucifixión fue concebida como un cargo y una forma de burla, declarando que era 'EL REY DE LOS JUDÍOS'. Esta era una práctica común en las ejecuciones romanas, donde se exhibía públicamente el crimen del condenado. Para las autoridades romanas, era una manera de ridiculizar la pretensión de Jesús a la realeza y disuadir a otros de aspiraciones similares. Sin embargo, para los cristianos, este título tiene un significado profundo. Reconoce la verdadera identidad de Jesús como el Mesías, el Rey ungido prometido en las Escrituras Hebreas.
Este momento resalta la ironía y paradoja de la crucifixión: el que es objeto de burla como un rey fracasado es, de hecho, el verdadero Rey de Reyes. La realeza de Jesús no es de este mundo, sino que es un reinado espiritual que trae salvación y paz. El título 'Rey de los Judíos' también señala el cumplimiento de las promesas de Dios a Israel y se extiende a todas las naciones, simbolizando el reinado universal de Jesús. Esta inscripción, destinada a avergonzar, se convierte en una declaración de esperanza y redención para los creyentes, enfatizando el poder transformador del sacrificio y amor de Jesús.