En este momento, Dios ordena a Josué que circuncide a los israelitas, un acto significativo que simboliza la renovación de su pacto con Dios. Esto era necesario porque la generación nacida en el desierto no había sido circuncidada. La circuncisión era una señal crítica del pacto entre Dios y los descendientes de Abraham, marcándolos como el pueblo elegido de Dios. Al obedecer este mandato, los israelitas reafirmaban su identidad y compromiso con Dios mientras estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida.
Este acto de circuncisión no era simplemente un procedimiento físico, sino que tenía una profunda significación espiritual. Representaba una purificación y una dedicación a Dios, preparando a los israelitas espiritualmente para los desafíos y bendiciones que les esperaban en la tierra prometida a sus antepasados. Fue un momento de rededicación y renovación, asegurando que el pueblo estuviera alineado con la voluntad de Dios y listo para seguir Su guía. Esta preparación era crucial, ya que estaban a punto de embarcarse en un nuevo capítulo de su viaje, uno que requería fe, obediencia y confianza en las promesas de Dios.